dijous, 18 d’agost del 2016

TRES TREPIDANTES DÍAS POR EL MAESTRAZGO DE TERUEL. FORCALL

Conozco el Forcall por el sobrenombre del pueblo de los curas. Antiguamente, la falta de medios económicos hacía que muchos jóvenes se decidieran por la vida religiosa y se iban a estudiar al seminario de Tortosa para, finalmente, hacerse curas. Casualidad o no, el cura que me bautizó era de Forcall y también el cura que me dio la primera comunión.
Llegamos a Forcall desde Cinctorres. Antes de llegar y prácticamente pegada al pueblo la ermita de S. José (s. XVII) y el calvario, el mayor de la provincia de Castellón. Bordeando el calvario por la parte inferior, el río Cantavieja que se une al Bergantes nada más superar el pueblo.

Aparcamos en una plaza donde estaba la escuela además de un parque infantil. Era lunes, pero era un día raro, ya que si bien los escolares no tenían clase, para los demás era laborable. Esto hacía que el pueblo estuviera prácticamente desierto.
Nos encaminamos hacia el centro del pueblo por la calle Tomás Salvador hasta llegar a la plaza Mayor. Una plaza de trazado irregular y de considerables dimensiones si se compara con el resto de la población. Es tan irregular que algunas casas están porticadas, pero la mayoría no.
Nada más llegar a la plaza, a mano derecha se encuentra el palacio de los Osset-Miró (siglo XVI), convertido desde hace unos años en un hotel de lujo. Y justo al otro extremo de la plaza la sede del ayuntamiento (siglos XVI-XVII) que tiene, en la parte que da a la plaza un elemento arquitectónico nada común: una doble escalera voladiza sobre un arco de medio punto. De hecho es la única de estas características de toda la Comunidad Valenciana. Otros elementos destacables de este edificio son un reloj y una campana.

A la izquierda, un grupo de casas porticadas con algunos comercios en los bajos y a la derecha una plazoleta con la entrada principal del ayuntamiento o Casa de la Vila. Una pequeña escultura representado a una mujer acarreando agua es todo el ornamento que tiene dicha plaza. 
De repente un cartel enganchado a un balcón nos llamó la atención. Nos indicaba un viejo horno de pan. Abandonamos la plaza por un estrecho callejón e, inmediatamente, volvimos a girar hacia la izquierda, precisamente por la calle Horno, aunque en una antigua placa ponga Orno. Estaba allí mismo, con un rótulo de piedra mucho más modero, seguramente colocado con motivo de alguna restauración; pero no lo pudimos visitar ya que se encontraba cerrado a aquella hora de la tarde. Según parece es el horno en funcionamiento más antiguo de Europa (siglo XIII). Continuamos por aquella calle hasta llegar a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, restaurada en el siglo XIX pero con elementos del siglo XIII y un campanario de 55 m. de altura de estilo barroco. Rodeamos la iglesia admirando sus gárgolas, mientras en la parte lateral vimos un enorme edificio que antaño albergó la escuela y enfrente  en frente de la iglesia otra construcción de considerables dimensiones.   

Al llegar de nuevo ante la sede del ayuntamiento, cogimos un callejón con un poco de cuesta que nos llevó a un pequeño mirador desde donde podían ver los alrededores de la población, desde los campos de cultivo, a las granjas; desde la montaña llamada Mola de la Vila hasta el cauce río Bergantes
Volvimos hacia el centro del pueblo en busca de la plaza Mayor que, como he explicado con anterioridad, estaba semidesierta, pero que durante las celebraciones más relevantes se llena de público y se convierte es el centro neurálgico. Allí nos sentamos en un bar que tenía una terraza cubierta para tomarnos un té y descansar un poco.
Antes de marchar todavía tuvimos tiempo de paramos en una carnicería situada en la carretera de Morella para realizar la última compra.









dimarts, 16 d’agost del 2016

TRES TREPIDANTES DÍAS POR EL MAESTRAZGO DE TERUEL. CINCTORRES

El restaurante El Faixero de Cinctorres, en la comarca de Els Ports, es uno de los más conocidos de la zona. Hacía años que tenía referencias de él por un párroco de Amposta hijo de aquel pueblo. El nombre del restaurante deriva del oficio más común de la población: el de confeccionar fajas para los labradores (faja=faixa, fajero=faixero). Esta actividad, que alguien puede presuponer que está en desuso, lo cierto es que ha tenido un auge considerable en los últimos años ya que forma parte de la indumentaria tanto de los muixeranguers como de los castellers y también del traje regional. De hecho, nuestra colla castellera Xiqüelos i Xiqüeles del Delta se provee de susodicha prenda en esta población.  


Llegamos justo para sentarnos en la mesa. Guiados por la intuición y los escasos carteles informativos, aparcamos junto a la carretera de La Iglesuela, delante mismo del hotel que tiene el mismo nombre del restaurante. Por lo tanto, el restaurante no podía estar muy lejos. En la recepción del hotel nos indicaron que era el edificio contiguo, al otro lado de la calle. Al pasar por la carretera no habíamos visto el rótulo de entrada, seguramente por habernos fijado en el del hotel, mucho más visible.
El restaurante tiene un amplio salón parcialmente dividido por una pared con amplias aperturas. Nos dieron la posibilidad de elegir entre varios menús y la carta. Optamos por el menú de cuchara con olleta cinctorrana y alubias con perdiz y chuletas a la brasa y manitas de cerdo de segundo. El postre también estaba elaborado en el propio establecimiento. No nos defraudó para nada.
Enfrente de la entrada del restaurante una escultura evoca la figura del fajero. Detrás de la misma, pero dando la espalda a la carretera, la ermita de San Luis Beltrán (siglo XVII) y enseguida la plaza del Pou (pozo), ornamentada con una gran fuente de piedra.


Nos dirigimos hacia el centro de la población pasando por la casa dels Capellans (de los curas) y posteriormente otra con un escudo nobiliario encima de la puerta. Al final de la calle encontramos el edificio del ayuntamiento popularmente conocido como Casa de la Vila (s. XV-XVI), des estilo gótico civil. Próximo a él, el imponente palacio de los Santjoans (s. XV) y de estilo gótico aragonés. Entre estos dos edificios se abre la plaza Vella (vieja). A pocos metros de dicha plaza, en una calle empinada, se encuentra el museo de la Faja.
Rodeamos el palacio de los Santjoans y continuamos por una calle de un nivel más bajo que la mayor parte de la población, donde vimos algunas humildes viviendas muy antiguas com balcones de madera. Luego subimos hacia la plaza Nova (nueva) cuyo principal monumento es la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol de estilo barroco (s. XVIII). Llaman la atención sus dos campanarios. Otro elemento a destacar de la plaza es el peirón (o cruz de término) barroco, cuyo original era del siglo XV.


Un callejón junto a la iglesia nos llevó a la carretera después de pasar por una plazoleta. Seguimos el trazado de la carretera y encontramos otra plazoleta con la representación el escudo de la población y desde aquí al aparcamiento donde habíamos dejado el coche.