dimecres, 18 de maig del 2016

TRES TREPIDANTES DÍAS POR LAS COMARCAS DEL MASTRAZGO DE TERUEL Y ‘ELS PORTS’ (CASTELLÓN). DÍA SEGUNDO

OLOCAU DEL REY

La siguiente parada fue en Olocau del Rey, ya dentro de la comarca dels Ports o sea, en la provincia de Castellón.
Dejamos el coche justo a la entrada de la población delante de un pequeño muro, desde allí, en un nivel inferior y tocando a la población vimos la ermita de San Blas (s. XVI-XVII), que no visitamos. Accedimos al casco urbano por un viejo puente i nada más cruzarlo una pequeña ermita adosada a las casas. Esta mucho más reciente, ya que se construyó en el siglo XIX, aunque tiene algún elemento del siglo XX.
Seguimos nuestro recorrido y de repente un enorme y noble edificio nos llama la atención. Se trata de la casa del Marqués de la Figuera, una construcción del siglo XV y que en la actualidad alberga una farmacia en la planta baja.

Justo cuando acaba este palacio se abre el que sin duda es el espacio más interesante del pueblo. Una plaza, que lleva por nombre de la Constitución, con destacados edificios como el que alberga el ayuntamiento (s. XVI) de estilo renacentista aragonés o el que en su día fue la Lonja de la Llana (s. XVI) con grandes arcos en la parte baja y junto a ella, el Mesón del Rey.
Seguimos recorriendo esta calle y arriba, sobre un pequeño turón vimos los restos del antiguo castillo de Olcaf.
Retrocedimos volviendo a pasar por la plaza de la Constitución y enseguida cogimos una pequeña calle a la derecha que nos llevó hasta la iglesia parroquial de la Virgen del Pópulo que comenzó a construirse en el siglo XIV. Su portada es románica, pero también tiene elementos góticos y barrocos, ya que se terminó de construir en el siglo XVIII.
En este punto dimos por acabada la visita volviendo hacia nuestros respectivos destinos.





http://www.ermitascomunidadvalenciana.com/cpoolo.htm






dilluns, 16 de maig del 2016

TRES TREPIDANTES DÍAS POR LAS COMARCAS DEL MASTRAZGO DE TERUEL Y ‘ELS PORTS’ (CASTELLÓN). DÍA SEGUNDO

TRONCHÓN

Llegamos a Tronchón a la hora de comer. El pueblo se veía muy tranquilo, con muy poca gente en las calles. Ninguna novedad…  
Nuestra prioridad y, a la vez problema, era encontrar Casa Matilde. Una vez aparcado el coche, teníamos claro que debíamos continuar hacia el interior del pueblo, pero ¿qué calle coger? La suerte para nosotros es que el pueblo es pequeño.
Encontramos a una pareja joven  y les preguntamos por Casa Matilde y nos respondieron que venían de allí.
-¿No habéis encontrado mesa? –les pregunté-
-Sí que había, pero no nos hemos quedado… -me respondió él-
Mientras las mujeres del grupo fueron por una calle, los hombres nos decidimos por la que recorría un nivel superior. No podía ser muy difícil encontrarla. Al comenzar el recorrido encontramos una vivienda de estructura totalmente medieval, con los balcones de madera y un gato paseándose por el pasamano del mismo. En este punto la calle se ensanchaba. Aunque formaba una pequeña plaza, no estoy seguro que tuviera tal condición. Al otro extremo, un antiguo abrevadero de donde también manaba una fuente de agua para calmar la sed a los viajeros como nosotros.
Entramos por una calle y una vez localizado nuestro destino más inmediato, encontramos el Centro de Interpretación del Queso de Trochón que, como les gusta recordar a sus habitantes, ya fueron resaltadas sus cualidades por Miguel de Cervantes en la segunda parte del Quijote.
En el rótulo de Casa Matilde no figura para nada la palabra restaurante… Pero en cambio sirven una excelente comida. La otra disyuntiva que puede tener el viajero es encontrar la puerta de entrada y una vez conseguido el objetivo, puede que les invada una duda: ¿No me habré equivocado?
La entrada a Casa Matilde es la de la propia vivienda y una vez dentro, a la derecha, ves a gente trasegando platos y ollas entre fogones. Continuando en sentido recto, bajando un escalón está el comedor… ¡De la vivienda! Por lo que te puedes encontrar a la familia comiendo o recostados en el sofá haciendo la siesta.
Nos habían hablado maravillas de las alubias con perdiz y el rabo de toro. Algunos de los comensales que nos acompañaban lo pidieron, pero yo me decanté por la sopa de cocido y las manitas de cerdo. Y si después de comer los abundantes platos, todavía hay alguien que queda con ganas de repetir, ningún problema, te invitan a hacerlo. De postre nos ofrecieron requesón y cuajada, todo elaborado por el personal del establecimiento.

Cuando pides la cuenta, te advierten que sólo cobra la propietaria y lo hace en un habitáculo situado junto a la salida. Es lo más parecido a una despensa y, aquella persona que guste, podrá adquirir cualquier producto que se muestra como por ejemplo queso y miel. La puerta de esta habitación está presidida por una foto de las propietarias del establecimiento (madre e hija y creo que las dos se llaman Matilde), con un jovencísimo Jesulín de Ubrique.
Al salir decidimos dar una vuelta por el pueblo, así que nos dirigimos hacia la iglesia, situada en un plano bajo del pueblo. Junto a la iglesia un viejo edificio porticado que es la sede del ayuntamiento, incluso hay una pequeña y vieja placa de cerámica donde se podía leer: Casa Consistorial. Y justo al lado un viejo y tradicional horno.
Unos metros más adelante, después de una empinada y rocosa calle no apta para vehículos, un pequeño edificio de una sola nave en el que se puede apreciar en el interior una cadena de hierro. Se trata de la antigua cárcel.
Retrocedimos hasta la calle donde se encuentra el horno, también en cuesta y sobre la mitad de la misma, el palacio del Marqués de Valdeolivo, hoy reconvertida en establecimiento rural, uno de los pocos edificios civiles verdaderamente notables. Una vez arriba nos encontramos con la plazoleta (ahora le he cambiado la denominación) desde donde habíamos iniciado nuestro recorrido antes de comer. A la derecha, según el sentido de la marcha, un mirador des de donde se puede observar una bella panorámica y un edificio con dos grandes oberturas que reconocí por sus marcas interiores. Se trata de un trinquete construido a principios del siglo pasado y que fue sufragado por los emigrantes del pueblo que marcharon a Argentina buscando fortuna.
Si el viajero quiere comprar queso podrá hacerlo en el único establecimiento que existe,  siempre que se encuentre abierto. Para ello habrá de dirigirse hacia la entrada inferior del pueblo. Según nos explicaron, los actuales productores del queso de Tronchón son unos forasteros que un día llegaron al pueblo y vieron en esta actividad una salida profesional. Aunque también es verdad que de forma artesanal, pero sin garantía sanitaria alguna, puede ser elaborado por cualquier familia del pueblo.  

    

http://tronchon.com.es/







dijous, 5 de maig del 2016

TRES TREPIDANTES DÍAS POR LAS COMARCAS DEL MASTRAZGO DE TERUEL Y ‘ELS PORTS’ (CASTELLÓN). DÍA SEGUNDO

BORDÓN

Bordón era nuestro destino preferente del viaje y, concretamente su iglesia de origen templario, la de la Virgen de la Carrasca. De hecho estaba previsto visitarlo el primer día, pero un contratiempo que explicaré, nos condicionó el orden. 
Salimos de Morella hasta el cruce de Villores. A la entrada del pueblo cogimos una sinuosa carretera (camino asfaltado sería mucho más apropiado) desde donde pudimos contemplar unos espléndidos paisajes. 


Pero antes de llegar a nuestro destino tuvimos una agradable sorpresa: Luco de Bordón, un pequeño pueblo del que no teníamos constancia y que tiene en el edificio renacentista que alberga el ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista de principios del siglo XVII sus edificios más destacados. Mientras que a lo lejos divisamos una enigmática figura que tenía la forma de un castillo en ruinas, pero de hecho se trataba de la loma del Morrón.   
Abandonamos la carretera en un cruce a la izquierda para coger otra igual de sinuosa hasta llegar a Bordón. Aparcamos el coche en la parte alta accediendo por estrechas callejuelas. 
Enseguida me di cuenta de un elemento característico: muchas casas tenían una placas de cerámica con frases alusivas a la personas y a los acontecimientos del lugar. 

Después de descender pasando por debajo de un arco (posiblemente perteneciente a la antigua muralla), finalmente llegamos a la famosa iglesia de Bordón, de la que tanto habla mi amigo el escritor Jesús Ávila Granados (creo recordar que fue al primero que entrevisté para La Ventana), pero también nuestro compañero Antonio José Calvo Conesa, destinado actualmente en Villareal y también D. Juan, un maestro que ejerció primero en La Galera y luego en Amposta, los dos originarios de esta población. 
Nada más llegar nos encontramos al cura que acababa de oficiar misa y que se iba a toda prisa a otro pueblo vecino. Nos preguntó si queríamos ver la iglesia y le respondí que a eso habíamos ido. 
-Acercaros al bar y pedid las llaves –me dijo antes de alejarse con su coche-. 
También vinieron hacia nosotros dos niñas de unos ocho años atraídas por nuestra perra Electra que también nos preguntaron por lo mismo. 
Una de ellas nos dijo: 
-Voy a buscar a mi abuela que es quien tiene las llaves. 
No hizo falta. Un grupo de personas, encabezadas por la Sra. Francisca (PaquitaCebrián, se dirigían hacia la entrada de la iglesia y nos incorporamos al grupo. 
Después de presentarse, Paquita nos explico todos los pormenores del templo consagrado a la Virgen de la Carrasca, pero en contra de lo que podría parecer, desde una vertiente más laica y esotérica que religiosa. 


El día anterior habíamos quedado con unos amigos de Ulldecona que nos encontraríamos en Bordón. Ellos cogieron otra ruta y se entretuvieron en La Mata de Morella. Llegaron a la iglesia de Bordón justo cuandoPaquita estaba a punto de dar por terminada la visita. 
Afuera, en la plaza, las dos niñas habían estado cuidando de nuestra perra y, al salir, se ofrecieron a enseñarnos el pueblo. 
El primer destino fue la casa de su abuela, que elabora y vende miel (sus etiquetas tienen estampada la loma de Morrón) y después de enseñarnos unas viejas casas de las afueras del pueblo, nos detuvimos alrededor del arco nuevo por el que se accede al casco urbano. 
Aquí decidimos dar por terminada nuestra visita, no sin antes agradecer a las amables niñas todas sus atenciones. Había llegado la hora de comer. 


Al comienzo de este escrito decía que explicaría el contratiempo que originó que destináramos a Bordón parte de nuestro segundo día. 
Antes de salir me hablaron maravillas de Casa Matilde en Tronchón. Casa Matilde no es un restaurante propiamente dicho, yo lo calificaría como casa de comidas. De hecho, en el rótulo de entrada la palabra restaurante no figura para nada. 
Llamé para reservar mesa para el sábado (imprescindible hacerlo), pero estaba completo, así que les pregunté si podía ser para el domingo, a lo que me respondieron afirmativamente. 

De Tronchón y de casa Matilde ya hablaré en mi próxima parada.